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ENTREVISTA
“Las autoridades han utilizado esa medida para dar la falsa sensación de seguridad a la ciudadanía, pero así no se van a frenar contagios y estamos perjudicando a la infancia”.
‘Cerrar las escuelas es una hipocresía generalizada’
En medio de una nueva ola de contagios que ya supera la media de 11.000 casos de COVID-19 al día, las autoridades ecuatorianas decidieron adoptar medidas en 193 cantones del país. Entre ellas, la suspensión de clases presenciales y el retorno a la virtualidad.
Uno de nuestros mingueros, Pedro Maldonado, dialogó con Claudia Tobar, activista del cambio educativo y la innovación en las aulas, sobre lo que supone esta decisión para los menores de edad.
¿Es urgente que los niños retornen a las clases presenciales?
La urgencia depende de qué tantas ganas queramos invertir en los niños. Las consecuencias y los daños colaterales tanto económicos, como sociales y educativos del cierre de escuelas no van a poder cuantificarse, sobretodo porque algunos no van a ser medibles a corto plazo. El cierre de escuelas no es consecuencia del COVID-19, sino que ha sido una decisión de las autoridades; hoy sabemos que el COVID-19 no afecta principalmente a los niños, ellos no son el mayor foco de contagios, los casos de hospitalización de niños son aislados y muchos han sido con preexistencias médicas. Además, las cifras y las estadísticas muestran que las escuelas no son focos de contagio ni para adultos, ni para niños. Entonces, cerrar las escuelas no es una medida correcta. Las autoridades han utilizado esa medida para dar la falsa sensación de seguridad a la ciudadanía, pero así no se van a frenar contagios y estamos perjudicando a la infancia.
¿Qué efectos se pueden ver en la niñez con este cierre temporal de escuelas y colegios?
Los daños se ven en todo nivel. Los niños de 0 a 5 años tienen profundos retrasos en el lenguaje. Con dos años de confinamiento, es decir la mitad de su vida en ‘cautiverio’, son considerados en las guarderías ‘niños salvajes’ porque no han aprendido a convivir con otros niños, no saben lo que es compartir, quitar el juguete, que te empujen, llorar, gritar, hacer amigos y jugar. Todas esas vivencias representan importantes conexiones neuronales para el desarrollo cerebral y estos niños están con retrocesos cognitivos, motores y de lenguaje. En niños de edad escolar hay retrasos académicos de uno a dos años, lo que quiere decir que un niño de primero de básica recién está entendiendo símbolos, colores y números básicos. Entonces, imaginemos qué pasará en otras edades. Pero eso lo podemos manejar con programas de nivelación, lo académico no es lo más importante, sino los rezagos socio emocionales. Hay un alza de trastornos mentales en niño sin precedentes en el país y los niños de escasos recursos son 4 veces más propensos a estos trastornos. Eso quiere decir que se está vulnerando a la población más vulnerable en todos los sentidos.
Los adultos seguimos con una vida casi normal, pero a los niños los aislamos. ¿Los adultos debemos hacer un mea culpa?
Cerrar las escuelas es una hipocresía generalizada porque así queremos pensar que les protegemos, pero los fines de semana la familia salen a lugares donde hay muchas más probabilidades de contagio. La escuela solo representa para un niño un 0,4% de probabilidad de contagio lo que quiere decir que en el auto, en un centro comercial, en un parque, con la familia o en el cine tienen más probabilidades de contagiarse. Y lo loco es que los adultos les encerramos durante el día y luego les sacamos. Hay familias muy responsables que se han confinado por completo, pero eso también afecta a los niños porque el confinamiento trae debilitamiento de sus destrezas sociales, que debe ser un ‘músculo’ al que debemos ejercitar.
Hablemos de los profesores, que también están con el desafío de cuidarse y dar clases virtuales. ¿Cómo deben actuar y salir adelante ante este encierro?
Los profesores merecen un aplauso por la resiliencia en la pandemia y poder adaptarse a condiciones tan atípicas para poder enseñar. Nadie les preparó para estas condiciones drásticas, pasar de virtual a presencial, luego a híbrido, tener niños en la clase y en las pantallas. Hay profesores y gremios que temen las clases presenciales y a ellos les hago un llamado. ¿Qué pasó con los recogedores de basura, cajeros, meseros y más personas que siguieron trabajando en presencial, asumiendo el riesgo de contagiarse? Ellos no dejaron de trabajar porque no se puede detener las labores y dejar de dar de comer a nuestros hijos. La educación tiene condiciones particulares: un restaurante que cierra no vende y no tiene plata, pero si cierro una escuela los papás siguen pagando y el profesor sigue percibiendo su sueldo. Entonces hago un llamado a los centros educativos para que sean los primeros en levantar la voz y decir que esto no es adecuado para los niños. Los docentes tienen 1,5% probabilidad de contagiarse en las escuelas. Por eso les pido valentía ante los niños que gritan desesperados por volver a las escuelas. Si los docentes se sienten perjudicados o vulnerados les invito a reflexionar sobre qué paso en otros sectores. El 72% de los profesores son mujeres y están desbordadas con su trabajo y el cuidado del hogar, ellas deben ser las primeras en pedir que las escuelas abran sus puertas nuevamente.
Y para usted, ¿cuál es el futuro del modelo educativo?
De manera transitoria se debe ofrecer virtualidad a las familias que por alguna razón decidan no enviar a sus hijos a clases presenciales. Hay que recordar que las escuelas son lugares seguros y hay que motivar a que los padres vacunen a sus niños. Como padres de familia es importante informarse sobre la realidad, los medios también deben ser responsables con las noticias que emiten porque los casos de niños contagiados son aislados y no son cifras alarmantes. Hay que apoyar el regreso progresivo y voluntario. Si nos oponemos y somos obstáculos solo tendremos consecuencias criminales para la infancia del país en el largo plazo.
SOBRE EL AUTOR
Pedro Maldonado es consultor en comunicación estratégica y profesor en diferentes universidades del país. Desde el 2000 ha trabajado en los medios, desempeñándose como editor.